Hna. Clare Crockett «Seré una monja famosa»

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En pleno siglo XXI, a más de dos mil años del supremo sacrificio obrado en el Calvario, a menudo se cree que la santidad es un ideal del pasado incompatible con la vida de nuestros días, intangible en medio de la globalización, impensable en el mundo de la mensajería instantánea y de las redes sociales.

Era lo que también pensaba una disipada joven irlandesa hasta que, un Viernes Santo, la mirada del Crucificado cambió el destino de su existencia…

Una irlandesa talentosa

Clare Theresa Crockett nació en Derry, Irlanda del Norte, el 14 de noviembre de 1982. Primera hija del matrimonio Gerard Crockett y Margaret Doyle, desde temprana edad mostró poseer un carácter fuerte, encantador y vivaz. Llena de dotes y talentos naturales, esparcía una alegría contagiosa y siempre estaba rodeada de amigos, aunque su temperamento fogoso provocara, muchas veces, peleas y desacuerdos…

Actriz nata, acostumbrada a ser el centro de las atenciones y conocida como una niña desafiante, Clare ponía en aprieto a sus profesores con sus ingeniosas salidas. Muy inteligente, llevaba bien sus estudios sin grandes esfuerzos. No obstante, frecuentemente usaba métodos poco loables: en una ocasión, llegó a robar el libro de respuestas de su profesora, para hacer los deberes con más rapidez…

Como era de esperar, Clare no siempre utilizaba sus capacidades para el bien. Se aprovechaba de ellas también para mentir, fingir, dramatizar… Para ella, todo estaba justificado cuando se trataba de lograr sus objetivos.

La niña creció en un ambiente de relativa catolicidad, hasta que su familia se vio afectada por ciertas adversidades que la llevaron a un profundo alejamiento de la fe. A pesar de continuar cumpliendo algunos deberes que sus padres le exigían por conveniencia social, fue abandonando cada vez más el camino verdadero para iniciar otro, marcado por el vicio y por el pecado. Muy pronto conoció el tabaco, el alcohol y las malas compañías; frecuentaba discotecas valiéndose de documentos falsos y bebía descontroladamente.

Pese a ello, en su personalidad floreció una cualidad singular: la determinación. «O todo o nada» fue, de hecho, el lema que orientó su vida.

Soñando con los escenarios de Hollywood

Habiendo desarrollado sus dones artísticos, Clare desempeñó diversos papeles en teatros, anuncios y programas de televisión, con vistas a la realización de su mayor sueño: ser una actriz famosa. Se dedicó al estudio de las artes escénicas y aprovechó cada oportunidad para demostrar su talento, en el cual los que la rodeaban depositaban grandes esperanzas.

Sin embargo, con el paso del tiempo, lejos de sentirse feliz con sus conquistas, Clare empezó a darse cuenta del inmenso y constante vacío que habitaba su corazón: cada nuevo éxito conllevaba profundas depresiones. Aunque todavía le atrajeran mucho el prestigio y las glorias mundanas, sentía que había algo más allá de aquella felicidad que tanto anhelaba. Si bien que al no lograr comprender de qué se trataba, se hundía cada vez más en sus vicios.

En un retiro espiritual y no en la playa…

En el año 2000, Clare recibió una invitación. En realidad, se debió a un malentendido, detrás del cual estaba la mano de la Providencia deseosa de atraerla hacia sí.

Su mejor amiga, Sharon Doherty, había planeado viajar a España la semana de Pascua. Pero unos días antes una operación de apendicitis se lo impidió. Como no quería perder el billete, que ya estaba pagado, se lo ofreció a Clare. Ilusionada por el atractivo turístico del lugar, aceptó la propuesta, segura de que la esperaban agradables playas y agitadas discotecas.

Lo que no imaginaba era que marchaba a un retiro de Semana Santa con el Hogar de la Madre,1 y a una peregrinación a varios santuarios de Europa. El susto que se llevó al hallarse ante unos días de oración forzosa ¡fue monumental! Al no poder librarse del compromiso ya asumido, decidió, entonces, disfrutar del viaje tanto como pudiera, asistiendo lo menos posible a las reuniones y meditaciones.

El Viernes Santo, no obstante, Clare tuvo que comparecer a la ceremonia litúrgica, por ser una fecha muy especial. En determinado momento, sin saber muy bien de qué se trataba, entró como todos en una fila para adorar la Santa Cruz. Imitando tan sólo lo que hacían las personas que tenía delante, se arrodilló y besó el crucifijo. Sin embargo, este acto le causó un fuerte impacto interior.

Así describe ella misma la gracia que la tocó: «Yo no sé explicar exactamente lo que pasó, no vi ningún coro de ángeles ni ninguna paloma blanca que venía desde el techo hacia mí, pero tuve la certeza de que por mí el Señor estaba en la cruz. Y junto con esta convicción, me acompañó un vivo dolor […]. Al regresar a mi banco, yo ya tenía una huella dentro que no tenía antes. Yo tenía que hacer algo por Él, que había dado su vida por mí».

Sin esperárselo, Clare se vio en esa ocasión a solas con Jesús, sintió un inmenso dolor por sus pecados —cometidos contra aquel Amor que se derramaba sobre ella— y comprendió que nada podría hacer para consolarlo, excepto darle su vida.

«Ha muerto por mí; me ama», era la única frase que conseguía articular entre lágrimas después de la bendecida celebración. Extrañamente, y según su carácter aún muy superficial, Clare quiso unir su ansia de celebridad a su nuevo deseo de santidad, explicándoselo a todos los peregrinos, el mismo día en que la gracia la visitó: «Quiero ser famosa. […] Pero hace una hora yo quería ser monja también. Así que me he dicho a mí misma: “Seré una monja famosa”».

Nuevas caídas y la decisión final

No obstante, el camino de esta alma sería aún largo y lleno de dificultades. Poseía, mezclados en su interior, la flaqueza de la naturaleza humana caída y el corazón de un águila, que vacilaba en echar a volar.

Tras haber hecho un segundo viaje con las Siervas del Hogar de la Madre, rama femenina de la asociación, regresó a Irlanda y su lucha se volvió feroz: los estudios y las fiestas de nuevo eran lo cotidiano, mes tras mes, sin que se decidiera a cortar con el mundo; y las malas amistades y los vicios la arrastraron, cual otra Magdalena, a abismos aú

Clare quería borrar de su memoria las gracias que había recibido con las hermanas del Hogar, pero el Señor la «perseguía» con amor paterno. Cierta vez, estando en una discoteca, sintió la mirada reprensora y afectuosa del Salvador diciéndole: «¿Por qué me sigues hiriendo?». Era el Buen Pastor en busca de la oveja descarriada, implorándole que se abandonara a sus divinos cuidados, los cuales la podían curar.

El demonio, sin embargo, jugaría su última gran baza en la dura conquista de ese corazón: haría que se abrieran ante éste las tan soñadas puertas de Hollywood. En febrero de 2001, Clare consiguió un papel en un documental realizado por la BBC. 

Aunque era una interpretación secundaria, podría ser el prometedor inicio de su carrera como actriz profesional. El rodaje de la película sería en Manchester y se hospedaría en un hotel de cinco estrellas, en compañía de varias celebridades.

Desde el punto de vista mundano, no podría anhelar más en aquel momento de su vida. Tocaba con las manos un futuro brillante… Pero se sentía infeliz y, finalmente, comprendió que su sitio estaba lejos de allí. Entonces resolvió marcharse.

El paso decisivo hacia la vida religiosa le costó mucho. Desprenderse de su familia, enfrentar la oposición de amigos y conocidos y abandonar tantos vicios fueron algunos de los embates que, fortalecida por Dios, logró vencer. Y pronto discernió qué debería ser en la asociación: «Una santa sierva, que esté muy unida a Él, dispuesta a sufrir todo y a ir a cualquier sitio por amor a Él».4

Anhelando conquistar esa meta, empezó a rogar con insistencia el don de la fidelidad: «Ayúdame a odiar el pecado que tú odias, que me mancha y me aleja de ti. No quiero darte más espinas, no quiero que mi Dios llore por mí».5

Escuela del amor

Gracias insignes y un profundo conocimiento de su nada y de su miseria personal llenaron los primeros meses de su vida como religiosa y fueron motivo de muchas explicaciones, que fue anotando en sus cuadernos con la sencillez propia a los amigos de Dios.

Cabe señalar que tenía una absoluta ignorancia en materia religiosa, pero lo que por la inteligencia aún no sabía, Dios se lo comunicaba misteriosamente en su alma: «Papá, aunque yo no lo merezco y soy una hija ingrata, tú me has hecho experimentar a veces el monte Tabor, la gloria de Cristo y de la Trinidad dentro de mí, en lo profundo de mi alma».6

No obstante, la santidad fue un duro combate para Clare. Se sentía débil, reincidía con frecuencia en las mismas miserias de antaño y se reconocía necesitada de una gran purificación, como se puede ver en las anotaciones de su itinerario espiritual: «A pesar de mis esfuerzos de unión con el Señor, a veces caí en el egoísmo»;7 «¿Quiero vencerme a mí misma? Sí. ¿Qué es lo que me hace sufrir? No ser reflejo de Él, no ser como Él. Mi mucha falta de caridad y humildad».8

La nota dominante de su vida de santificación siempre fue el amor, con el cual buscaba retribuir el amor infinito de Dios por ella. Y, consciente de que amar implica sufrir y negarse a sí mismo, enseñaba: «El amor es sacrificado; no superficial ni sentimental».9 Su devoción a la Santísima Virgen era también muy entrañada: «Sé que soy muy querida por su Corazón y algunas veces me ha dejado descansar allí».

En medio de las luchas y un decidido progreso espiritual, el 8 de septiembre de 2010, Clare hacía, finalmente, los votos perpetuos de pobreza, castidad y obediencia. Por su unión con Nuestra Señora y las tres Personas divinas, decidió tomar el nombre de Hna. Clare María de la Trinidad y del Corazón de María.

Fiel hasta el final

Sin perder nada de su alegría radiante, de su talento artístico y de su carisma personal, la Hna. Clare se transformó, poco a poco, en un auténtico ejemplo de generosidad para todos los que convivían con ella. A lo largo de sus quince años de vida religiosa, donde quiera que estuviera se destacaba por su obediencia, su donación de sí misma y su radicalidad de entrega y de observancia de la moral católica.

No temía en señalar el camino correcto a los que dirigía, ni de mostrar con claridad las exigencias de la virtud, como fruto de sus insistentes peticiones al Señor: «Dame la gracia de nunca tener miedo de dar testimonio de ti, de jamás esconder el rosario cuando salgo. […] Ayúdame a nunca huir del lobo».11

Las pruebas con las que Dios quiso purificarla a menudo asombran por su dureza; sin embargo, su alma sensible y flaca se hizo fuerte dejándose crucificar con el Crucificado y, por eso, jamás manifestaba la desolación interior en que no raras veces se encontraba.

Habiendo avanzado de forma muy definida en la vía de la renuncia a sí misma, del amor a Dios y de la entrega sacrificada al prójimo, el 16 de abril de 2016 la Providencia vino a recoger su alma, cual fruto de agradable aspecto, madurado por los sufrimientos y endulzado por la caridad. Un terremoto en la ciudad de Playa Prieta (Ecuador), donde por entonces residía, puso fin a su trayectoria terrenal. Fue la única religiosa fallecida en esa ocasión y, por bondad de la Virgen, estaba muy bien preparada para ello.

¡Entreguémonos a Dios por entero!

Clare fue para la humanidad de nuestro siglo un modelo de auténtica conversión. Probó, con su propia vida, que la santidad es el único camino hacia el Cielo y que está al alcance de todos, por los méritos infinitos de la Pasión del Redentor.

Hoy, cada uno de nosotros es llamado a seguir su ejemplo, entregando todo lo que somos y poseemos en las manos de Dios, sin reservar nada para nuestro egoísmo. Que ella interceda por nosotros y nos conceda comprender a fondo que al Cordero Divino no se le ofrece nada a medias; se trata de entregarle «o todo o nada». ◊

Por:  Hna. Diana Milena Burbano, EP

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