¿San Nicolás o Papá Noel?

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Noche de paz, noche de amor! Ha nacido el niño Dios en un humilde portal de Belén…».

Después de los cantos que caracterizan la esperada Nochebuena, tan cargada de maravillas para las almas inocentes, y en medio a un ambiente de bienquerencia y expectativa que marca ese período del año ocurre algo insólito en los hogares…

Con la certeza de que todos ya se encuentran inmersos en un profundo sueño, a través de la chimenea de la casa o por alguna otra entrada que muchos hasta hoy no han descubierto, se cuela un personaje. Llega volando desde tierras lejanas montado en un curioso trineo tirado por renos, simulando una especie de carruaje, transporte éste en el cual todo niño ha deseado algún día subirse, aunque fuera en sueños…

Ahora bien, ¿qué hace ese misterioso visitante —curiosamente, al que nunca se le confunde con un ladrón— llegando esa madrugada navideña mientras todos ya están dormidos?

De barba siempre blanca y larga, se presenta con «sorpresas» escondidas en grandes sacos rojos: regalos de todo tipo, los cuales distribuye con abundancia y prodigalidad, como queriendo agradar sin esperar nada a cambio.

A este generoso personaje unos lo llaman Papá Noel y otros Santa Claus. Ambos nombres se refieren al mismo individuo, cuya fama es mundialmente conocida y perdura hasta nuestros días, más viva que nunca, dándonos la impresión de que es eterna.

Todo niño, de cualquier localidad del globo terráqueo, sabe decir de dónde viene: «¡Del Polo Norte!». Pero ¿acaso será éste de verdad su punto de partida? Lo cierto es que su viaje histórico se revela aún más lejano y fantástico que su mítica circunnavegación nocturna alrededor de la Tierra… Y en él nos vamos a adentrar.

San Nicolás, defensor de la fe y generoso padre

En realidad, esta figura navideña no es tan imaginaria como parece. Se refiere a un varón de Asia Menor cuyo nacimiento se remonta al siglo III —por tanto, ¡no en el Polo Norte!—, concretamente donde hoy se localiza Turquía.

De nombre Nicolás, nació de una familia acomodada, en Licia, provincia romana situada junto al mar Mediterráneo. Por las virtudes que brillaban en su alma fue elegido obispo de Mira, una de las ciudades más importantes de la región, y ejercía su ministerio con energía y bondad.

Siempre celoso de la sana doctrina, tomó severas medidas contra el paganismo y combatió incansablemente las herejías. Pero sus obras de caridad para con el prójimo fueron las que lo hicieron célebre en todo el orbe cristiano.

Milagros hechos en vida

Uno de esos episodios se volvió conocido aún en vida, valiéndole la devoción de los fieles y una fuerte fama de santidad.

En aquella época había en Mira un juez que, bajo presión de soborno, condenó a muerte a tres hombres inocentes. Ahora bien, en el momento de la ejecución el bondadoso Nicolás apareció en el lugar, arrancó el arma de las manos del verdugo, reprendió al inicuo juez y les dio la libertad a los sentenciados.

Poco después ocurrió en Constantinopla otro hecho similar: tres oficiales fueron indebidamente condenados. ¡Pobre justicia temporal, tan a menudo regida por la infamia de la ambición en lugar del amor a la Verdad! Sin embargo, los reos habían presenciado la escena narrada arriba y no lo dudaron: llenos de devoción por la figura del imponente y paternal San Nicolás, se pusieron a rezar enseguida, rogándole que también los salvara, aunque desde la distancia… He aquí que esa misma noche el emperador Constantino soñó con el santo, que le ordenaba que liberara a aquellos infelices, ¡porque eran inocentes!

Al día siguiente, Constantino llamó a los tres condenados y al interrogarlos se enteró de que habían invocado a «Nicolás de Mira» para pedirle su auxilio. Conmovido, el emperador los soltó.

¡Patrón de los niños!

San Nicolás murió el 6 de diciembre, a mediados del siglo IV. Las virtudes practicadas por este varón lo llevaron a alcanzar un alto grado de santidad y sus milagros post mortem le sirvieron para enaltecerlo aún más. De este modo se convirtió rápidamente en uno de los santos más conocidos de la Iglesia Católica.

Con respecto a él existen numerosos hechos cuya memoria ha perdurado por los siglos. Los marineros lo tienen como patrón y en ciertas regiones hasta hoy día conservan la costumbre de desearse unos a otros un buen viaje diciendo: «¡Que San Nicolás lleve tu timón!».

No obstante, el más famoso de sus títulos siempre fue el de «patrón de los niños». Esto se debe principalmente a dos episodios. El primero ocurrió cuando el santo obispo supo que el padre de tres muchachas tenía serios apuros financieros y no conseguía pagar la dote necesaria para el casamiento de sus hijas, lo que las llevaría a adoptar una vida errante…

Lleno de compasión por los miembros de esa familia, Nicolás se dirigió a la casa donde vivían y, escondido entre la penumbra de la noche, lanzó por la chimenea un saquito lleno de monedas de oro, con el fin de ayudarles. Así lo hizo tres veces. Algunas versiones de la historia llegan a afirmar que uno de esos generosos saquitos cayó justo dentro del calcetín de una de las jóvenes que estaba colgado de la chimenea secándose…

El segundo hecho consiste en un magnífico milagro obrado en vida por San Nicolás: la resurrección de tres chiquillos que habían sido ¡asesinados! Este acontecimiento fue el que terminó consagrándolo oficialmente como patrón y protector de los niños.

Así, en varios países se estableció la piadosa tradición de darle regalos a los más pequeños el 6 de diciembre, en honor de San Nicolás.

San Nicolás echando las monedas en el interior de la casa de las tres doncellas,
por Bicci di Lorenzo – Museo Metropolitano de Arte, Nueva York

¿Cómo pudo transformarse en Papá Noel?

Tras conocer tales maravillas es comprensible, querido lector, que por su cabeza ronde la siguiente duda: ¿Qué tiene que ver Papá Noel con esa descripción sobre San Nicolás? ¿Cómo llegó a convertirse el tan virtuoso obispo de Mira en un habitante del Polo Norte que, en una sola noche, les reparte regalos de Navidad a todos los niños del mundo?

La transformación del santo en una quimera tiene sus más remotos orígenes en la Reforma protestante. Así como muchos siglos atrás el emperador Diocleciano había intentado acabar con la persona de Nicolás, los reformadores trataron de borrar de la Historia y, sobre todo, de los corazones de los fieles el recuerdo de ese gran varón.

A la izquierda, portada de la revista «Harper’s Weekly» del 3 de enero de 1863, con una de las primeras representaciones del moderno Santa Claus;
en el centro , dibujo de Thomas Nast para la misma publicación;
a la derecha, una de las ilustraciones creadas por Haddon Sundblom para Coca-Cola en las décadas de 1920 y 1930

Sin embargo, la devoción a él estaba tan arraigada en Europa que no desapareció por completo. La figura de San Nicolás se mezcló con entes mitológicos, alguno de ellos bastante antipáticos y agresivos, dando origen a personajes como el Sinterklaas holandés, que pasó al Nuevo Mundo con los emigrantes de esa nación.

A lo largo del siglo XIX, fue tomando en Nueva York su actual fisonomía. En 1822 el poeta Clement Moore escribió un libro titulado A Visit from Saint Nicholas, en el cual presentaba a un personaje procedente del norte, en un trineo tirado por renos voladores. Años más tarde, en 1863, el caricaturista político Thomas Nast hizo un dibujo para la revista Harper’s Weekly, en el cual ya presentaba las características que hoy conocemos: un hombre de edad avanzada, corpulento, risueño, de poblada barba blanca.

Desde entonces varias empresas comenzaron a aprovecharse de esa figura navideña como medio de publicidad, incluso Coca-Cola, responsable de consagrar definitivamente su traje rojo y blanco, en 1920.

¡Festejemos la Navidad con auténtico espíritu de fe!

Como puede verse, Santa Claus es, por tanto, la distorsión del santo y generoso obispo de Mira, patrón de los navegantes, de los niños y de muchos lugares.

Aquel virtuoso varón que brilló por su caridad y supo proclamar la verdadera fisonomía cristiana de la Navidad fue sustituido por el laico Papá Noel que hoy conocemos y transformado en propagador del consumismo. Para muchos hombres de hoy, Santa Claus está en el centro de todas las conmemoraciones, ocupando el sitio del Niño Jesús, ¡causa y alegría de la Navidad!…

Por consiguiente, mucho más que simples nomenclaturas históricas, se podría decir que esos personajes —Papá Noel y San Nicolás— simbolizan, ante el sublime hecho del Nacimiento del Divino Infante, dos mentalidades opuestas: una es la de los que, con sus horizontes puestos en este mundo terrenal, «vuelan» por los aires de las fantasías frívolas presentadas por el consumismo; la otra es la de los que con alegría y fe preparan sus almas para recibir en la Navidad no solamente al simpático obispo de Mira con sus regalos, ¡sino al mismo Hombre Dios!

Pidamos, pues, la intercesión de San Nicolás, a fin de que nos conceda en esta Navidad los regalos espirituales de los que carecen nuestras almas, para que, como él, podamos ser generosos, retribuyendo con una vida pura todo el amor que emana del corazoncito del Niño Jesús por cada uno de nosotros.

Así, más que esperar regalos que perecen, sepamos prepararnos para el premio eterno, haciendo nuestra ofrenda de amor y gratitud al Divino Infante en la conmemoración de su natalicio.

Que la Navidad de este año de 2020 sea enaltecida por los coros angélicos como siendo la noche de paz que contempló por primera vez a su Creador y Señor omnipotente en un frágil niñito, rodeado por los brazos virginales de María Santísima. Y que todo el orbe sepa reconocer en esta misteriosa noche la grandeza de un Dios que se hizo hombre, a fin de hacernos como Dios. 

Autor: Hna. Antonella Ochipinti, EP

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