Entre aquellos que ayudan, amparan y consuelan a los habitantes de este valle de lágrimas, destaca Lucilia Corrêa de Oliveira. Madre de admirable bondad, ha demostrado ser maestra en “dar um jeitinho” para resolver las situaciones más complicadas.
Hna. Clara Tamara Victório Penin, EP
Exclamaciones y comentarios de estupefacción llenan las calles de Cafarnaún. Algunos transeúntes, curiosos, tratan de acercarse a la muchedumbre que se agolpa a la entrada de una casa, en busca de una mirada, de una palabra de consuelo, de una ayuda, quizá de un milagro… De repente, se arma una algarabía: —¡Paso! ¡Dejad pasar! Todos intentan de alguna manera aprovecharse de la confusión para adentrarse o al menos garantizarse un sitio en aquel denso conglomerado de personas, pero los cuatro hombres que llevaban a un paralítico en una camilla no logran aproximarse al divino Maestro… Tras infructuosos esfuerzos optan por un camino inusitado: ¡abren la techumbre encima del lugar donde estaba Jesús y descuelgan la parihuela en la que yace el tullido! Gracias a la fe de esos cuatro amigos, el pobre hombre puede oír de los labios del Señor: “Hijo, tus pecados te son perdonados. […] Levántate, coge tu camilla y vete a tu casa” (Mc 2, 5.11). Esta escena del Evangelio tan conocida ilustra bastante bien el papel de la intercesión de los santos e incluso de algún alma de gran virtud más cercana a nosotros… Pues, como enseña la clásica doctrina de la mediación, todos los que, en cierto modo, se encuentran más unidos a Dios pueden ser tomados como nuestros mediadores, estén ya en la eternidad o todavía se hallen batallando en esta tierra.
Maestra en “dar um jeitinho” en las situaciones difíciles
¿Cuántas veces, sintiéndonos “paralíticos” en medio del caos contemporáneo, no recurrimos a la intercesión de algún santo canonizado, o incluso de algún familiar o conocido en quien confiamos, a fin de alcanzar gracias del Cielo? Entre las muchas almas justas, aún no beatificadas o canonizadas, que ayudan, amparan y consuelan a los habitantes de este valle de lágrimas, destaca doña Lucilia, madre del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira, a quien Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP, tuvo la alegría de conocer en vida y por quien alimenta una afectuosísima devoción. Como buena dama brasileña, ha demostrado ser una maestra en “dar um jeitinho” en las situaciones más difíciles, como lo revelan numerosos testimonios de favores obtenidos por su intercesión. Algunos de ellos, como veremos a continuación, están relacionados con edificantes episodios relatados en la biografía de doña Lucilia escrita por Mons. João, publicada en portugués, español, italiano e inglés por la Libreria Editrice Vaticana.2