En la Parroquia de Santo Domingo de Guzmán en Ñuñoa, tanto en la mañana, como al atardecer, el templo se repletó, no solo con nuevos consagrados a María Santísima, sino de alegría y fervor que se sentía en un ambiente de profundo recogimiento.
En la Casa de los Heraldos en Peñalolén, no fue diferente, la alegría de saberse «esclavo de Nuestra Señora», se respiraba de forma muy especial.



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